«En todas las ciudades del mundo hay locales donde la luz no entra por vergüenza, como El Hormigón. Allí la oscuridad arropa los trapicheos de los clientes, las manos que tantean por los cuerpos y la mugre que se acumula en las esquinas».
Hace unos años, a mi amigo Javier Luque y a mí se nos ocurrió que El Hormigón merecía más que ser el escenario ocasional y cambiante de alguno de nuestros relatos, y que la inseparable Browning de Javier le iba como dedo al… perdón, como anillo al dedo a la atmósfera tóxica del lugar.
El Hormigón, siendo el lugar perfecto para que los olvidados se escondan, logra que todas las personas que entran en él se sientan como en casa.
Si quieres sentirte como en casa, adelante, dale al botón de comprar.
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